Crónica de una escritora en su día

Dicen que hoy es el Dia de las mujeres escritoras. Para todo hay un día, y no podía faltar este. Orgullo inmenso porque me siento escritora. Sí, tal vez, es un punto de soberbia por mi parte, ¿quién es escritor/a realmente? ¿Aquel que vende millones de ejemplares? ¿Aquel que vende 10 a sus familiares? o ¿Aquel que una única persona se le acerca y le explica que ha leído su libro y ha llorado y ha disfrutado y le ha encantado el tiempo que le ha dedicado?

¿Quién dice cuándo un escritor/a es escritor/a?

¿Quién dice cuándo un cantante es cantante?

y ¿Pintor?

No lo sé, sinceramente, no sabría explicarlo, pero yo siento que lo soy. Aunque el número de mis lectores no haya llegado ni, tal vez, a mil.

Llegar a casa, después de un día de oficina, en la que durante las siete horas que empleo de mi tiempo allí, también, de algún modo disfruto. Sí, soy administrativa reconocida porque llevo 15 años ejerciendo en ese puesto, entonces, ¿porqué no voy a ser escritora? si llevo muchísimos más años escribiendo.

Deshacer la mochila, echar el tupper al friegaplatos, pensar qué hacer para cenar, sacar a los perritos a dar un paseo, recoger lo que, de la mañana, ha quedado pendiente, poner la lavadora, quitar la del tendal, poner música de fondo, barrer, fregar el suelo, revisar baño, cocina y dormitorios y merendar. El tiempo de una escritora está milimetrado. Seguramente el de un escritor está exactamente igual, hasta con estos mismos quehaceres, no lo dudo, pero ahora estamos hablando de nosotras, porque hoy es nuestro día y esta es nuestra crónica.

Lo soy de tarde. Hay quien escribe por las mañanas, temprano, antes de ir a trabajar. Yo, lo siento muchísimo, porque me gustaría ser madrugadora, pero no lo soy, ¡que le vamos a hacer! soy dormilona.

Es sentarme, cada tarde, ante el techado y sonreír. Hay días que ya tienes en mente qué escribirás. Hay días que lo llevas rumiando toda la mañana, entre conciliación bancaria y llamada a la mutua de turno. Y hay tardes que no, que simplemente al plantar los dedos en el teclado, estos van solos, corren, vuelan y sueltan lo que de tu cabeza debe salir ya.

Si tienes una novela, o algún artículo pendiente, es diferente. Porque los personajes, las escenas, los movimientos del día anterior es lo único que permanece intacto en tu cabeza durante horas, para que, cuando vuelvas a sentarte ante la historia, basta con leer las últimas líneas escritas ayer, y ya avanzas hacia la siguiente escena, hacia el siguiente diálogo, la trama avanza como tú quieres o no. Porque no siempre las historias que escribes son las que tu quieres.

¿Sabes una cosa? Las historias te eligen a ti.

Están ahí, esperándote que las veas, que te des cuenta, que las entiendas y que las plasmes.

Todos los escritores/as sabemos que la historia que hemos escrito nos ha escogido y debemos protegerla, defenderla, amarla y creérnosla, hasta el final, para cuando el lector la lea también te crea y reconozca tu trabajo.

Así que hoy y siempre, escribe la historía que te gustaría leer.

Escribe la historia que debes escribir y sabes escribir. No hay escritores impostores, hay historias que son impuestas.

Feliz día de la mujer escritora. A pesar del cansancio, a pesar de las migajas de tiempo que debes robar, escribe, escribe y escribe lo que quieres contar.

Hoy 17 de octubre, gracias a todas aquellas escritoras que nos hicieron el camino, que utilizaron pseudónimos, que lucharon, contra el que se lo impedía, contra las injusticias que lucharon por lo que amaban. Hoy y siempre, sigamos escribiendo. Que jamás nadie diga a una mujer qué no puede hacer.

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