Crónica de un martes cualquiera

Miro la pantalla, por quincuagésima vez, no sé ni si se dice así. Debo llevar con el móvil en la mano más de dos horas. Y me doy cuenta de que estoy perdiendo el tiempo, pero sigo en ello, como buscando algo que jamás encontraré, aquí no, en esta pantalla seguro que no. De fondo suena Sting, Shape of My Heart. Adoro su voz. Sus melodías. Ese tono tan sensual al cantar que, sin saber, exactamente, qué dice la canción, estoy segura de que traduciéndola lloraría al escucharla y comprenderla.

Decido dejar el móvil a un lado, ahora lo que miro es la pantalla de la televisión donde se reproduce el video musical. Bellas imágenes, para bellas palabras, o eso creo, y bella melodía.

Doy un salto, lo tomo entre mis manos, recupero el sitio.

De nuevo el ordenador sobre mis piernas, abriéndolo cual tesoro con el que me reencuentro después de demasiado tiempo. Debo escribir. O tal vez debería decir quiero escribir.

Vuelvo a escribir y a sentir lo que la escritura me hace sentir.

¡Qué más da sobre lo que escriba!, ¿qué más da quién lo entienda!?, si lo que necesito es expulsar y teclear y creer en mí y decidir cuál será el siguiente título, cuál será la siguiente protagonista, siempre mujeres, debería analizar el por qué.

Ahora suena Fragile, muy oportuna, creo que voy a morir de amor y cierro los ojos y la tarareo.

Sí, decididamente, vuelvo a escribir porque es lo que me hace feliz. Y me propongo un objetivo claro, el cual no contaré a nadie, por si acaso vuelvo a caer en las redes de la absoluta decadencia personal o emocional en cuanto a la escritura se refiere. No debo, pienso; he de subir de nuevo, hasta donde quiera subir y donde me dejen alcanzar. Ojalá.

Omito estos pensamientos, ahora no es el momento, sigo pensando que el vaso siempre estará medio lleno, aunque se caiga al suelo. Nunca me he caracterizado por el pesimismo, no sé qué puede haberme ocurrido.

Suena, ahora de fondo, Every breath you take, y me encaaanta.

Tengo varias ideas en la cabeza y no sé porque todas se evaporan rápido. Bueno si qué sé por qué. Pues porque esa no es la historia, porque eso no es lo que mi mente, mi alma, mis dedos, quieren contar.  Y es que hay tantos libros, tantas historias, tanto género, que caes en el abismo de creer que ya no tienes nada que contar, pero siempre lo hay y está ahí en un rincón de mi cabeza que me está gritando y no la escucho. Esa voz.

Se trata de encontrar ese grito que quiere salir, que debo escribir.

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