Régimen de visitas abierto. Tu hijo, mi hijo, moneda de cambio. Denuncias, miedos, previsiones nefastas de una madre, donde con hasta 48 denuncias estás gritando que protejan a tu hija y donde ningún entendido de la justicia de este país que leyera esas denuncias, de hace una década, tomó ninguna decisión coherente. Y prevalecía el derecho del padre. Y la hija murió. Porque ese fue el derecho que le dieron a ese padre, derecho a matar a su hija, hacer con su vida lo que le convenga, porque en sus manos se la ponían. Unas denuncias que en este país no sirvieron para nada y ahora una década después, fuera de este país indemnizan a esta madre que perdió a una hija porque la justicia, aun avisando, hizo caso omiso a las advertencias de que era un maltratador y un asesino.
Diez años después habrán mejorado el sistema en este sentido, seguramente, pero aun queda camino, aun hay hijos desprotegidos, aun quedan padres que utilizan a sus hijos como moneda de cambio para hacer que su mujer sufra el peor de los sufrimientos. Y esa madre queda vacía para toda su vida y se siente invisible. Vacía e invisible.
Diez años después habrán mejorado el sistema en este sentido, seguramente, pero aun queda camino, aun hay hijos desprotegidos, aun quedan padres que utilizan a sus hijos como moneda de cambio para hacer que su mujer sufra el peor de los sufrimientos. Y esa madre queda vacía para toda su vida y se siente invisible. Vacía e invisible.