Porque la felicidad se instala. Se cuela por las rendijas de quien no la espera y se escapa por las esquinas de quien no la aprecia.
Aprendí a esperarla porque la deseaba con toda mi alma. Me llegó con calma.
Tal vez ya estaba. Tal vez no entendía nada y simplemente no me relajaba.
Aprendí a esperarla porque la deseaba con toda mi alma. Me llegó con calma.
Tal vez ya estaba. Tal vez no entendía nada y simplemente no me relajaba.
La felicidad me la da un abrazo. Una caricia no esperada. Una sonrisa encontrada. Un beso sincero de unos labios amigos y por supuesto ese amor de la persona amada.
Y esa carcajada infantil que no deseas que jamás crezca y se vaya. Esa sensación de protección que siente cuando la abrazas. Ese ladrido de quien te acompaña en el día y en la noche, que te ama de una manera tan proporcionada que pocos humanos aman.
Y esa carcajada infantil que no deseas que jamás crezca y se vaya. Esa sensación de protección que siente cuando la abrazas. Ese ladrido de quien te acompaña en el día y en la noche, que te ama de una manera tan proporcionada que pocos humanos aman.
La felicidad la encontré y ya no hay quien me la arrebata.
Y vos, ¿A qué esperan? ¿La aprecian? ¿La perciben? En los rostros queda reflejada. O Tal vez esa mentalidad negativa no les deja ni saborearla. Es una pena. Vigilen, por que la vida pasa! No lo dije yo, es el tiempo el que manda.